Historias DiarioSur
Por Óscar Aleuy , 24 de marzo de 2024 | 12:53

Carabineros pioneros y los secretos del primer retén

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Foto carabineros exploradores sitio Carabineros de Chile pág.Web.
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Costó mucho la formación de carabineros en el país. Era inviable mezclar las escuadras carabineriles con las del ejército. Corrían por distintos carriles y siempre se erguía entre ellos esa especie de rivalidad, adjunta al crecimiento del territorio (Por Óscar Aleuy)

Los primeros cuerpos policiales en Chile se organizaron hacia 1830 a instancias del ministro Diego Portales, con la finalidad de reprimir el bandidaje rural y controlar la delincuencia urbana. Mucho antes hubo celadores nocturnos que conocemos como serenos. Anunciaban la hora y el tiempo durante gran parte de la tarde y noche mientras recorrían los vecindarios. El coronel Manuel Escala declaraba en un periódico de la época que las rondas y los serenos constituyen la encarnación más rudimentaria y primitiva del concepto de Policía y de la función policial. Cae de cajón entonces que el sereno representaría un eslabón fundacional en la historia de la institución.

Imagen de un representante del Cuerpo de Gendarmes (De Historia de Carabineros Stgo 1972)

También existió el Cuerpo de Gendarmes para las Colonias, que combatió el bandolerismo y resguardó las propiedades de los colonos. Este cuerpo respondía a un modelo de policía militarizada que pronto se hizo extensivo a otras áreas del país. En 1906, el gobierno organizó una nueva policía de corte militar, rural y de carácter nacional, dando inicio al Regimiento de Carabineros. Y en 1927, Carlos Ibáñez del Campo fusionó las policías fiscales, municipales y de Carabineros bajo un único mando nacional, creando Carabineros de Chile. Con la separación de la Policía de Investigaciones en 1932, se dio forma definitiva a un modelo policial dual, separado en un cuerpo militarizado y otro de carácter civil.

Aysén y sus primeros carabineros

En Abril de 1931 se dispuso la organización de la Prefectura de Aysén, bajo las denominaciones de Primera Comisaría Coyhaique, con Tenencia Coyhaique Bajo y retenes Baquedano, Valle Simpson, Balmaceda, Ñirehuao, Puesto Viejo, Punta El Monte y El Zorro. Lago Buenos Aires, con retenes Cochrane y Ushuaia; Cisnes con Palena, Futaleufú y Lago Verde. Y Puerto Aysén con retenes Aduana, El Balseo y Correntoso. 

En ese primer contingente venía Adán Jaramillo. En su casa de calle Sargento Aldea me habló del viaje y de sus compañeros, que se les decía individuos de tropa –comentó con soltura. En la estancia nos estaban esperando con gran alegría y unidad.

Carabineros de Chile Chico partió en 1949, con una subcomisaría a cargo del capitán Benjamín Acuña y el teniente Temístocles González. Después fue elevada al rango de Comisaría con el mayor Francisco Martínez Lobos a cargo. Mallín Grande también contó con dotación donde destacaron Salvador Caimapo, Sandoval, Agustín Ojeda y Juan Bravo.

Los carabineros recién llegados a la Estancia Coyhaique. Destacan Florín Canales, Alegría y Mayorga (Foto Museo Regional)

Gustavo Godoy Osses trajo hasta Baquedano en pleno 1929 un escuadrón del regimiento de Ferrocarriles de Santiago con comandancia en Estación Alameda. Llegaron primero a Puerto Aysén y luego se dirigieron a Baquedano donde quedarían provisionalmente instalados en los albergues de la estancia. 

En ceremonias previas a la fundación de Coyhaique aparecieron nombres de carabineros, sesenta días antes que se realizara. El villorrio de Baquedano era una enorme pampa extendida, sin viviendas todavía. La historia asegura que la disposición emanó de la Municipalidad de Puerto Aysén, jurisdicción a la que pertenecía con el nombre de La Cancha. Llevaba el número 256 y la firma del primer Secretario de la corporación edilicia, de nombre absolutamente inconfirmable: teniendo en cuenta la proximidad de las fiestas patrias y de acuerdo con las atribuciones que me confiere la ley de las Municipalidades, he acordado y decreto: Nómbrase una comisión para celebrar el aniversario de Coyhaique y para que también tenga a su cargo la confección del programa con que se celebrará la fundación del nuevo pueblo de Baquedano, a los siguientes señores: subdelegado de la comuna de Aysén, capitán de carabineros Belisario Fritz Silva; delegado municipal de Coyhaique, Thomas R. Anderson; delegado municipal de Valle Simpson José Delfín Jara y señores Juan Carrasco y Félix Orellana. Anótese, comuníquese y dése cuenta. Fdo.: Ciro Arredondo Lillo, alcalde.

Los carabineros inundaron además las confrontaciones en la primera vida deportiva de la estancia, donde entusiastas lances futboleros se programaban muy a menudo. Siempre resaltarían en la pampa los duelos entre Marcarruedas y Carabineros liderados por el sargento y baqueano de Marchant, Jerónimo Huenchuleo Montanoff —nos alcanzó a comentar Berta Rodríguez, la esposa del alcalde Salvador Hernáez. Grandes tenientes que no pueden olvidarse vuelven a estar en páginas como éstas. El huaso Urzúa, el teniente Clavería y el teniente Gómez juegan papeles de importancia para adornar el recuerdo. Aysén había empezado a crecer.

 Los grandes secretos del primer retén

No quiero perder de vista el tema carabineril. Por tal razón saco a la luz este secreto tanto tiempo guardado. Encontré cierta tarde el antiguo primer retén de los carabineros de la Estancia, casi sin proponérmelo. Y aunque no lo crean, permanecí varios minutos ahí, sobre un ya derruido piso que se cae, el original, lleno de tiempo y evocaciones. Recuerdo que era sábado por la tarde, el comercio estaba cerrado y un taxista ferviente (del que no recuerdo su nombre), me aseguró que el viaje no me iba a costar demasiado. Llegué por el camino de la Estancia hasta la Escuela Agrícola, pero no repetí el mismo trayecto de siempre, entrar y quedarme bajo las sombras de los álamos que sembró Arismendi a fines del XIX, trayendo los cogollos desde Río Mayo. Pasé de largo y quise quedarme con las imágenes de la tan conocida familia Bórquez, y los vecinos de la casa antigua de los Novoa, desde cuyos árboles repletos de cerezas yo escuchaba cuando niño las intensas actividades de las enfardaduras, la carreteadura de troncos recogidos o las parvadas de pasto seco con olor a bosta de buey. En cierto momento creí oír los mugidos de esos bueyes con una treintena de gansos blancos que volaban de aquí para allá a la misma hora de los inicios del crepúsculo. Había una tranquera cerrada y entré por una oquedad lateral, con grandes dificultades. Lo primero con lo que me encontré fue con esa casa, medio derruida pero firme aún, llena de óxidos, con planchas de techo oxidadas, y muy carcomidas sus antiguas maderas. Me imaginé tiempos muy lejanos con los primeros individuos de tropa ateridos de frío en busca de refugio para sus cuerpos. Volvieron a escucharse por la niebla del tiempo los testimonios de Jaramillo, Mayorga y Vásquez, carabineros que me contaron sus vidas de tiempo y juventud. Pero ésta era otra casa, nada menos que la comisaría ochenta años después, devastada y ya cayéndose. No perdí ni un solo minuto y disparé fotos, muchas de ellas desenfocadas por la emoción del momento. 

El antiguo primer retén de la Escuela Agrícola en foto del autor de la crónica.

Fernando Japque había llegado a trabajar ahí con los ingleses casi al final de los años 40, como capataz de hacienda de la sección Longaví, que es donde yo tomé las fotos de aquel retén. Japque se desempeñó primero como capataz en la sección de Ñirehuao, siendo trasladado a la sección Maravillas, un cuadro ganadero administrado por ingleses según el famoso convenio de concesiones, con fotos impresionantes que acaban de llegarme, donde miles de cabezas de ganado con capataces y peones miran sorprendidos hacia la cámara siempre expectante del gran fotógrafo Rabah. 

Estoy hablando del primer retén del territorio de Aysén, a fines del siglo XIX cuando los administradores ingleses levantaban y organizaban sus actividades estancieras según el convenio de arrendamiento con el gobierno. Esa misma mañana me contaron que aquí funcionaban esos primeros carabineros que vestían de azul y que según las disposiciones oficiales, reemplazaba al ya olvidado color caqui de los atuendos carabineriles. El uniforme azul lucía con un casco redondo, modelo inglés forrado en género azul marino y con punta de metal blanco. Al frente portaba un número de orden y, poco más arriba, el número de la Comisaría. La blusa era de paño azul marino, con dos bolsillos superpuestos, un fuelle al centro y tapa de tres puntas abrochada con un minúsculo botón de metal. Los grados o categorías estaban señalados con estrellas de paño granate en las mangas y con tiras del mismo paño en las palas. El pantalón era de género azul gris, recto o de montar. Usaban zapatones o polainas, cinturón blanco con chapa de metal y una estrella. Zapatones y polainas negras correspondían a las zonas Central y Sur, y el amarillo distinguía a la zona Norte. 

Estoy en presencia de esos años, aquí en el retén viejo que aún permanece en pie por obra de un milagro, a cuatro kilómetros de Coyhaique. La ubicación del retén se dio en momentos en que no se hablaba todavía de un poblado como Baquedano, siendo los dos puntos estratégicos más importantes la administración de la Agrícola, el puesto El Zorro y el retén de Coyhaique Alto que era capaz de entroncar hacia las estancias de Ñirehuao y Baño Nuevo. Incluso la disposición de la casa mira hacia el oriente, vigilando acontecimientos y labores cotidianas entre ambos retenes. 

La casa de dos aguas tiene dos puertas principales y dos ventanas laterales más una en la posterior que ocupa muy poco espacio. Existe un calabozo en el ala norte que no suma ventanas, dando la espalda a añosos álamos. Una gran chimenea de cemento completa la estructura de la casa, ubicada al centro del salón principal, suponiéndose la existencia de un espacio con oficinas y comodidades hogareñas. Para lograr accesos a la capital, el puerto, Balmaceda y Valle del Simpson, se utilizaba la huella de caballos hacia el centro de la pampa del corral. En cambio, hacia Coyhaique Alto, la ruta a Punta El Monte y Ñirehuao se ensanchaban y entroncaban hacia Puesto el Zorro, muy cercano a la frontera. 

La llegada del primer contingente de carabineros en 1931.

Para atender al contingente que cubrió las vacantes de la estancia y que recién había desembarcado en el muelle de la Ferronave, se dio la orden de abrir un cargamento con equipos que habían descargado la noche anterior. Los cajones se embarcaron en un par de camiones que cumplían trayectos hasta el 32 y procedieron a bajarlos, tomando el carabinero Oscar Alegría el mando de la operación. En ese momento el capitán les entregó un pequeño monto de dinero a cada carabinero, necesario para sufragar los gastos de alimentación del viaje. Al llegar al Correntoso, se encontraron con la posada de Laurentina Barrientos ubicada en las márgenes surorientales del río. El grupo optó por pasar la noche en aquel lugar, debido a lo avanzado de la tarde, pero no todos alcanzaron camas. La jornada estuvo salpicada por simpáticos y amenos momentos de convivencia, hasta que dos días después se dio inicio al anhelado viaje a Coyhaique en unas doce horas donde les esperaba el Sargento Segundo Manuel Álamos Villalobos. Se saludaron y se les indicó el lugar donde estaba el Retén Baquedano, conociéndolo por primera vez la tarde del 25 de enero de 1931. Acto seguido recibieron la orden de subir a la estancia que quedaba aproximadamente a unos cinco kilómetros con limitadas comodidades en lo referente a dormitorios con cinco literas que se caían. Cerca de ahí había otra casa que parecía ser un rancho donde se guardaban los vestuarios y equipos del personal de la compañía, además de todo el armamento. 

Mucho antes de que llegara este primer contingente estaba don Belisario Arellano Quezada, que luego fuera destinado a la Tenencia del Río Cisnes, famoso y recordado por su seria afición a la poesía; además, Guillermo Trewer Aravena, destinado con los años a Chile Chico. Poco tiempo después llegaría el sobrino Germán Sáez Vázquez y el sargento Adán Jaramillo. 

El ambiente de trabajo de estos primeros carabineros estuvo entremezclado con las labores de amanse, arreos, marcaciones y tropas. Eran los tiempos de estudiantes de la Escuela de Carabineros con el recordado Pascual Arias, amigo y compañero de curso del sargento Zambrano. Eran también los tiempos de las carabinas a la espalda, de la lanza a la derecha colocada en el portalanzas, con carabineros viajando a través de las selvas sobre un matungo tal vez más cansado que ellos. Eran tiempos de las moharras.

Entenderá el lector que se podrían llenar miles de páginas para hacer caber todo lo que se desprende de las entrevistas realizadas y de algunos cuadernos y fotos que me mostrara Elbaldo Novoa, el hijo del herrero. ¿Alcanzará el tiempo para tanto más que falta por escribir?

OBRAS DE ÓSCAR ALEUY

La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona). 

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